Teoría cuántica
Al descubrir la cuantificación de la radiación energética se operó, en los comienzos del siglo XX, un cambio radical en el enfoque de la Física.
Varios son los principales hechos que aportaron claridad a la nueva formulación cuántica, hechos cuyo estudio va asociado a los nombres de Planck, Einstein y Compton.
Radiación del cuerpo negro
Es sabido que cualquier sustancia emite radiación electromagnética, incluso los cuerpos ‘fríos”; aunque en este caso, al ser mayor la energía que absorben del medio que la energía que emiten, se calientan y aumenta su temperatura.
Las características de dicha radiación dependen de la naturaleza de la sustancia y de su temperatura (las sustancias emiten más cuando están calientes que cuando están frías).
A su vez, la capacidad de “emitir” que posee un cuerpo está directamente ligada a su capacidad de absorber; por lo que un cuerpo es buen emisor si es buen absorbente, y viceversa.
El cuerpo negro es el mejor emisor de radiación. Y se entiende por “cuerpo negro” cualquier superficie que absorbe toda radiación que incide sobre ella.
Si disponemos de un objeto hueco y hacemos un agujero en cualquiera de sus paredes, podemos afirmar que se aproxima bastante al concepto ideal de “superficie de cuerpo negro” o “cuerpo negro”. Dicha cavidad absorbería, casi por completo, cualquier radiación incidente en el orificio.
Sólo una pequeña fracción de dicha radiación será capaz de “escapar” por el orificio de entrada. Esa radiación emergente es la que nos servirá para estudiar la radiación del cuerpo negro.
En el gráfico de abajo, se indica la intensidad de radiación de un “cuerpo negro” en función de la longitud de onda, y para tres temperaturas distintas.
El físico alemán Wilhelm Wien (1893) estudió estas curvas de emisión de energía y estableció la ley experimental denominada “ley de desplazamiento de Wien”,
lmax. T= Cte = 0,29 cm. ºK
que expresa de modo cuantitativo el hecho, comprobado experimentalmente, de que el “pico “del espectro del cuerpo negro se desplaza, al aumentarla temperatura, hacia las longitudes de onda más cortas “.
Así, el hierro al irse calentando pasa del rojo oscuro al blanco.
Mediante la ley experimental de Wien se pueden calcular, aproximadamente, las temperaturas superficiales de las estrellas estudiando sus radiaciones.
Con el avance que supuso esta ley que comentamos, deducida a partir de la teoría clásica de Maxwell, se creyó que sería fácil explicar la forma de las curvas características de emisión.
Los valores calculados a partir de esta expresión concordaban con los resultados experimentales para las radiaciones de longitudes de ondas largas; es decir, tendían a cero. Pero para las longitudes de ondas cortas tendía a infinito,cosa ilógica, denominándose esta contradicción la “catástrofe del ultravioleta”
El 19 de octubre de 1900, Max Planck anunció que había encontrado una expresión matemática para representar las curvas experimentales de las que venimos hablando, siendo:
El (Energía radiada en función de la longitud de onda)
K = 1,380. 10-23 J/ºK(constante de Boltzmann)
h = 6,625.10-34 J.seg. (constante de Planck)
n (frecuencia)
Para llegar a este resultado, tuvo que dejar de lado algo básico en electromagnetismo clásico, como era la idea de que una partícula, al ser acelerada, emitía una radiación continua.
En contraposición, emitió su hipótesis:
“El contenido energético de un oscilador (carga en movimiento periódico) de frecuencia n, es decir su energía cinética y potencial en cualquier momento, sólo puede ser múltiplo de la magnitud hn. (“h” es la constante de Planck.”). Así pues, la energía total de un oscilador está cuantificada y vale
E = nhn (siendo n un nº entero)
Efecto fotoeléctrico
Consiste en la emisión de electrones que se produce en los metales bajo la acción de la luz. Se comenzó el estudio de este fenómeno a partir de una curiosa observación de Hertz sobre cómo saltaba más fácilmente la chispa eléctrica entre dos esferillas metálicas, conectadas a un circuito, cuando estaban pulimentadas. Y se observó que la radiación ultravioleta (radiación de frecuencia elevada) era capaz de arrancar cargas negativas de las superficies metálicas al incidir sobre ellas (en el caso de los metales alcalinos, basta la radiación visible).
Estas cargas negativas “arrancadas”, son atraídas por el ánodo con lo que aparece la llamada “corriente fotoeléctrica”. En 1897, Thomson identificó estas cargas como electrones.
A continuación resumimos los hechos conocidos experimentalmente hasta el momento en que Einstein emitió suteoría.
• Al incidir sobre el cátodo un haz de luz monocromático, el número de electrones emitidos, por unidad de tiempo y área, es proporcional a la intensidad de la luz
• La energía cinética de cada uno de los electrones extraídos del cátodo vale.
Con un valor de V (ver figura ) suficientemente elevado se logra que todos los electrones emitidos por el metal lleguen al ánodo, con lo que la intensidad de la corriente alcanza su valor máximo (puede medirse con el amperímetro A).
A partir de ese momento, aunque siga aumentando el voltaje V, la intensidad no varía.
Cambiando la polaridad se logra que la placa sobre la que incide la luz sea positiva.
Ahora, al tener polaridad negativa la placa enfrentada a la superficie metálica sobre la que incide la luz, los electrones extraídos del metal son repelidos.
No obstante, el amperímetro detectará paso de corriente, pues alguno de los electrones arrancados son capaces de “viajar” hasta la placa negativa; lo harán aquellos cuya energía cinética Ec sea igual o mayor que Vf (potencial de frenado) Ec ³ e .Vf ( e es la carga del electrón)
Si vamos aumentando poco a poco el voltaje Vf (unos pocos voltios), se apreciará que para un voltaje V0(potencial de detención) el amperímetro no apreciará paso de corriente.
De aquí se confirmó experimentalmente un resultado sorprendente: dada una determinada luz que incide sobre el metal, la energía cinética máxima de los electrones no es función de la intensidad de dicha luz.
· Si se varía la luz incidente (luces monocromáticas de frecuencias distintas), la energía cinética de los electrones aumenta con la frecuencia de dicha luz.
· Existe una frecuencia umbral y típica de cada metal n0, por debajo de la cual no se arrancan electrones, por intensa que sea la luz incidente.
· Aunque la intensidad de la luz incidente sea muy pequeña, si su frecuencia es mayor que la umbral n> n0 se produce emisión fotoeléctrica sin el retraso que sería de esperar a partir de las predicciones del electromagnetismo clásico. En efecto, si la energía estuviera distribuida de forma continua en la superficie de las ondas electromagnéticas, al ser la luz de pequeña intensidad, debería pasar un tiempo hasta acumular la suficiente energía para extraer un electrón del metal.
· Al aumentar la intensidad de la onda (que varía con el cuadrado de la amplitud) se deberían acelerar los electrones y alcanzar grandes velocidades, lo cual no sucede.
Interpretación del fenómeno fotoeléctrico con la hipótesis de Einstein
En 1905, Einstein sugirió la explicación de estos fenómenos teniendo en cuenta la teoría que Planck propuso cinco años antes.
Planck afirmó que la emisión de energía producida por un cuerpo caliente se hacía de modo discontinuo, en «cuantos» hn; pero mantuvo el que la propagación se hacía de forma clásica con ondas electromagnéticas cuyos frentes de onda llevaban distribuida de forma continua y uniforme la energía.
Einstein avanzó más al afirmar que la luz no sólo se emitía, sino también se propagaba en forma de “cuantos’
El frente de onda porta la energía en “paquetes”; es decir, la energía está localizada en determinadas regiones del frente de onda.
(Claro está que a nivel macroscópico parecerá un todo continuo, tanto para observaciones como para medidas.)
Por eso para muchos problemas de óptica (macroscópicos) sigue siendo válida la teoría clásica de la luz; pero no lo es para los problemas de interacción luz-partículas materiales.
· En resumen, cuando una onda electromagnética (clásica) choca con una partícula, ésta sólo puede captar la energía correspondiente a la zona del frente de onda que sufrió la interacción; y la energía cinética del electrón depende de la intensidad de la luz. Pero con la hipótesis de Einstein, el electrón emitido ha recibido su energía de un solo “cuanto de luz” (el cual desaparece en el choque), de modo que aunque aumentemos la intensidad de la luz (número de fotones incidentes en la unidad de tiempo) permanecerá invariable la energía que absorbe cada electrón.
· Si un “cuanto” o fotón con suficiente energía hn, choca con un electrón, éste puede ser arrancado del metal y además de forma instantánea.
· Aumentar la intensidad de la luz incidente implica aumentar el nº de electrones “arrancados” del metal pero sin que estos aumenten su energía cinética
· Si f es el trabajo de extracción o función trabajo (Energía con la que los electrones de los metales están ligados al núcleo) , la luz incidente deberá tener mayor energía que f para sacar al electrón del pozo de potencial en el que se encuentra dentro del metal f = h.n0 (n0 es la denominada frecuencia umbral o frecuencia mínima de la radiación luminosa que incide sobre el metal,por debajo de la cual no se produce efecto fotoeléctrico, es decir no existe emisión de electrones . Depende de la naturaleza del metal )
· Cuanto más ligados al núcleo estén los electrones, tanto mayor será la frecuencia umbral y por tanto también será mayor f.
Dualidad onda-corpúsculo.
Conferencia dada por De Broglie en la Academia de Ciencias de Suecia el 12 de diciembre de 1929, con motivo de recibir el premio Nobel de física, extraemos el siguiente texto que es de por sí suficientemente aclaratorio.
Durante mucho tiempo los físicos se han preguntado si la luz estaba compuesta por corpúsculos pequeños en rápido movimiento. Esta idea fue propuesta por los filósofos de la antigüedad y defendida por Newton en el siglo XVIII. Tras el descubrimiento por Thomas Young de los fenómenos de interferencia y seguido del admirable trabajo de Augustin Fresnel, se abandonó por completo la hipótesis de una estructura corpuscular de la luz, y se aceptó unánimemente la teoría ondulatoria. Así que los físicos del siglo pasado2 rechazaron por completo la idea de una estructura atómica de la luz. Aunque rechazada por los ópticos, la teoría atómica tuvo un gran progreso no sólo en química, en donde proporcionaban una interpretación simple de la ley de las proporciones definidas, sino también en la física de la materia donde hacía posible una interpretación de gran número de propiedades de sólidos, líquidos y gases. En particular fueron el instrumento para la elaboración del aquella admirable teoría cinética de los gases que, generalizada bajo el nombre de mecánica estadística, permite dar un claro significado de los conceptos abstractos de la termodinámica. La experiencia aporta también pruebas decisivas en favor de una constitución atómica de la electricidad; el concepto de corpúsculo de electricidad debe su aparición a Sir J. J. Thomson y ustedes están familiarizados con el uso que Lorentz hizo de él en su teoría de electrones.
Hace unos treinta años, la física estaba dividida en dos: en primer lugar la fisica de la materia basada en el concepto de corpúsculos y átomos que se suponían obedecían las leyes de la mecánica clásica de Newton, y en segundo lugar la fisica de la radiación basada en el concepto de onda de progación en un medio continuo hipotético, i.e. el éter luminoso o éter electromagnético. Pero estas dos físicas no podían permanecer ajenas entre sí; tenían que fusionarse en una para idear una teoría que explicara los intercambios energéticos entre materia y radiación -y este es el origen de las dificultades. Mientras se esforzaban en enlazar estas dos física en una, aparecieron conclusiones imprecisas e incluso inadmisibles respecto del equilibrio energético entre materia y radiación en un medio térmicamente aislado: ¡la materia, se venía a decir, puede ceder toda su energía en forma de radiación y así tender espontáneamente a la temperatura del cero absoluto! Esta absurda conclusión tenía que evitarse a toda costa. Por una intuición genial Planck halló el modo de evitarla: en lugar de suponer, de acuerdo con la teoría ondulatoria clásica, que la fuente de luz emite su radiación de modo continuo, la fuente tiene que ser supuesta por el contrario emitiendo cantidades finitas e iguales, quanta. La energía de cada cuanto tiene, además, un valor proporcional a la frecuencia de la radiación. Es igual a , siendo una constante universal referida desde entonces como constante de Planck.
El éxito de las ideas de Planck implicaron serias consecuencias. Si la luz se emite como quanta, ¿no podría, una vez emitida, tener estructura granular? La existencia de quanta de radiación implica así el concepto corpuscular de luz. Por otra parte, como demostraron Jeans y H. Poincaré, se puede demostrar que si el movimiento de las partículas materiales en las fuentes luminosas obedecen las leyes de la mecánica clásica sería imposible obtener la ley exacta de la radiación del cuerpo negro, la ley de Planck. Por eso debe asumirse que la dinámica tradicional, incluso modificada por la teoría de la relatividad de Einstein, es incapaz de dar cuenta del movimiento a nivel microscópico.
La existencia de una estructura granular de la luz y de otras radiaciones se confirmó con el descubrimiento del efecto fotoeléctrico. Si un haz de luz o de rayos X incide sobre un trozo de materia, ésta emitirá electrones en rápido movimiento. La energía de estos electrones aumenta linealmente con la frecuencia de la radiación incidente y es independiente de su intensidad. Este fenómeno pudo explicarse sencillamente suponiendo que la radiación está compuesta de quanta capaz de ceder toda su energía a un electrón del cuerpo irradiado: esto nos lleva de la mano a la teoría de los quanta de luz propuesta por Einstein en 1905 y que es, a fin de cuentas, un regreso a la teoría corpuscular de Newton, completada con la relación de proporcionalidad entre la energía de los corpúsculos y la frecuencia. Einstein propuso muchos argumentos en apoyo a su punto de vista y en 1922 el descubrimiento por A. H. Compton del fenómeno de dispersión de rayos X que lleva su nombre lo confirmó. Sin embargo, era todavía necesario adoptar la teoría ondulatoria para dar cuenta de los fenómenos de interferencia y difracción y no pudo visualizarse de ninguna manera la reconciliación de la teoría ondulatoria con la existencia de luz corpuscular.
Como se expuso, las investigaciones de Planck pusieron en duda la validez de la mecánica a escala muy pequeña. Consideremos un punto material que describe una trayectoria que sea cerrada o de otra manera regresando a su punto de partida. De acuerdo con la mecánica clásica hay un gran número de movimientos de este tipo posibles que cumplan con las condiciones iniciales, y los posibles valores de energía del cuerpo en movimiento forman un espectro continuo. Por otra parte Planck se vio conducido a suponer que sólo ciertos movimientos preferentes, movimientos quantizados, eran posibles o al menos estables, ya que la enegía puede sólo tomar valores que forman un espectro discontinuo. Este concepto era más bien extraño al principio pero su validez hizo que fuera reconocido porque fue este concepto el que llevó a Planck a la ley correcta de la radiación del cuerpo negro y porque después mostró su utilidad en muchos otros campos. Finalmente, fue sobre el concepto de cuantización del movimiento atómico en lo que Bohr basó sus famosa teoría del átomo; es tan familiar a los científicos que no la repetiré aquí.
La necesidad de suponer para la luz dos teorías contradictorias -la ondulatoria y la corpuscular- y la incapacidad de entender por qué, entre la infinidad de movimientos permitidos a un electrón en el átomo de acuerdo con los conceptos clásicos, sólo algunos eran posibles: tales eran los enigmas que enfrentaban a los físicos en el momento en que reanudé mis estudios de física teórica.
Cuando empecé a considerar estas dificultades dos cosas se me vinieron a la cabeza. En primer lugar la teoría cuántica de la luz no podía parecer satisfactoria ya que define la energía de un corpúsculo de luz mediante la relación que contiene la frecuencia . Ahora bien una teoría puramente corpuscular no contiene ningún elemento que permita la definición de una frecuencia. Esta razón por sí sola hace necesario en el caso de la luz introducir simultáneamente el concepto corpuscular y el concepto de periodicidad.
Por otra parte la determinación de movimentos estables de electrones en el átomo involucra números enteros, y hasta ahora los únicos fenómenos físicos en los que están involucrados los números enteros eran los de interferencia y oscilaciones propias. Esto me sugirió la idea de que los electrones por sí mismos no podían representarse como unos corpúsculos, sino que había que asignarles una periodicidad también.
Y así llegué al siguiente concepto global que guió mis estudios: para la materia y la radiación, la luz en particular, es necesario introducir el concepto de corpúsculo y el concepto de onda al mismo tiempo. En otras palabras tiene que suponerse la existencia de corpúsculos acompañados de ondas en todos los casos. De todas maneras, ya que corpúsculos y ondas no pueden ser independientes porque, de acuerdo con Bohr, constituyen dos manifestaciones complementarias de la realidad, deber ser posible establecer un cierto paralelismo entre el movimiento de un corpúsculo y la propagación de la onda asociada. El primer objetivo a alcanzar tenía que ser, por lo tanto, establecer esta correspondencia.
La velocidad con que una onda transporta una señal es la llamada velocidad de grupo. De esta manera si las partículas tienen comportamiento ondulatorio, su onda debe desplazarse con una velocidad de grupo igual a la velocidad de la partícula.
En resumen: la onda electromagnética interacciona con la materia intercambiando energía y cantidad de movimiento (Compton) como si fuera una partícula de masa nula (fotón). Las partículas materiales tienen el comportamiento ondulatorio propio de una onda que se propaga con velocidad de grupo igual a la de la partícula, y con longitud de onda dada por la expresión anterior.
El comportamiento ondulatorio de los electrones (partícula material) lo confirmaron los experimentos de Stern-Gerlach. De una manera sucinta, cuando un electrón llega una rendija cuyas dimensiones sean del orden de la longitud de onda del electrón, el electrón se difracta. La figura de difracción indica una distribución muy determinada de intensidad de onda difractada; pero el electrón no se divide en trozos al pasar por la rendija, sino que pasa entero. Pongamos un ejemplo para entender el fenómeno de difracción del electrón. En la figura tenemos una rendija a través de la cual pasa un electrón. Después de pasar por la rendija, el electrón de detecta en una pantalla. Para un solo electrón no podemos predecir a qué punto de la pantalla va a llegar. Pero si enviamos un haz de electrones, aun cuando no sepamos donde incidirá sobre la pantalla cada electrón, podemos determinar la distribución de electrones sobre la pantalla, que corresponde a una distribución de intensidad de onda difractada sobre la pantalla. Es decir conocemos la probabilidad de que un electrón caiga en un punto determinado de la pantalla.
Principio de Incertidumbre: (enunciado por Werner Heisenberg en 1927)
Es imposible conocer, simultáneamente, la posición y la cantidad de movimiento de una partícula con una precisión sin límites.
En física sólo se pueden medir aquellas cantidades que tienen un significado real. Si pudiéramos enfocar un "supermicroscopio" sobre un electrón en un átomo y verlo moviéndose en una órbita, podríamos aceptar que existen tales órbitas. Ahora bien, vamos a demostrar que es fundamentalmente imposible hacer tal observación (aun con el "más" ideal de los instrumentos cuya construcción pudiera concebirse). Por consiguiente afirmamos que tales órbitas no tienen significado físico.
Observamos a la Luna moviéndose en torno a la Tierra mediante la luz solar que refleja hacia nosotros. Ahora bien, la luz comunica cantidad de movimiento lineal a un objeto del cual se refleja. En principio, esta luz reflejada debiera alterar el curso de la Luna en su órbita, aunque con poco que se reflexione al respecto salta a la vista que este efecto perturbador es insignificante.
Para los electrones, la situación es totalmente diferente. En este caso también sólo podemos esperar "ver" al electrón si le dirigimos luz, u otra partícula, para que nos la refleje. En este caso, el retroceso que experimenta el electrón cuando la luz (el fotón) rebota en él altera por completo el movimiento del electrón de una manera tal que no puede evitarse y ni siquiera puede tomarse en cuenta para reconstruir el movimiento del electrón.
Si existieran órbitas como las imaginadas por Bohr, se dislocarían por completo al tratar de verificar su existencia. Bajo estas circunstancias, preferirnos decir que es la función de probabilidad, y no las órbitas, lo que representa la realidad física.
Nuestra imposibilidad inherente de describir los movimientos de los electrones a la manera clásica se expresa mediante el principio de incertidumbre. Es decir que mientras mejor conozcamos la posición de una partícula menos sabremos de su cantidad de movimiento (velocidad). Matemáticamente se expresa Dpx · Dx ³ h .
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